Para comenzar, es necesario establecer que un acompañamiento en
proceso de duelo no se trata de "curar" o "quitar" el dolor, sino más
bien de acompañar y hacer llevadero y soportable tanto sufrimiento que
el sujeto está sintiendo bajo esa circunstancia. Se trata de un proceso
de ayudar al otro a "volver a la vida" ya que es un momento muy duro
para la persona que está atravesando el duelo.
No existe un solo
modelo de edad, tipo de muerte, circunstancias familiares u otro
indicador en el que basarse para planear la estrategia del
acompañamiento, siempre, se diseñará de acuerdo a las circunstancias
particulares de cada caso y cada individuo.
Será fundamental
brindar contención al paciente, desde lo emocional, a fin de que pueda
organizar sus emociones y acotar sus momentos de crisis, asimismo el AT
deberá prestar el Yo, sirviendo como auxiliar, asumiendo aquellas
funciones que el yo del paciente no puede afrontar, como organizar
actividades de su vida cotidiana, acompañamiento en trámites, ir al
médico, etc. sobre todo en los primeros momentos de intensa conmoción
psíquica.
También es importante que el AT represente al
terapeuta, ayudando a la persona en duelo a metabolizar el trabajo de
análisis y sobre todo escuchar al paciente e informar inmediatamente al
equipo cualquier situación de riesgo que evidencie el AT, ya que las
personas en procesos de duelo complicado, son muy proclives a
desarrollar ideas suicidas.
La empatía, sí será una herramienta fundamental en el AT, ya que
favorecerá a que surja la transferencia en el acompañamiento y permitirá
no solo que el AT esté abierto a la experiencia del otro de manera
auténtica, y que el paciente se pueda abrir y sacar afuera, poner en
palabras su sufrimiento; sintiéndose acompañado.
El AT, debe
permitir que el paciente se exprese con naturalidad, exteriorice todos
sus sentimientos, pueda explorarlos y vivirlos en profundidad, tomándose
el tiempo que le sea necesario para elaborar la pérdida. Se debe
charlar con el paciente, respecto que el AT no es milagroso, ni capaz de
borrar el dolor, muchas veces no habrá respuestas a determinadas
preguntas.
Asistir a una persona en duelo supone admitir la
propia vulnerabilidad y exponerse a despertar la propia ansiedad, los
duelos no resueltos y favorecer la depresión y la tristeza. Es muy
importante estar en eje con uno mismo antes de empezar este tipo de
acompañamientos ya que resultan muy duros de seguir adelante si no se
tienen muchos aspectos de la vida propia resueltos.
Si bien el AT
puede volverse un experto con el tiempo, por haber acompañado a varios
pacientes en duelo, para la persona que lo experimenta quizás sea algo
nuevo, por ser la primera vez que pierde a "ese ser querido único e
irrepetible", por la tanto también es una experiencia única e
irrepetible para él. La personalización del acompañamiento a cada
persona en duelo es una necesidad evidente, puesto que esta persona en
particular es diferente a las demás.
En las conversaciones con los acompañados no se trata de hacer
"formulaciones razonables", "ofrecer soluciones", exponer teorías o dar
consejos sobre cómo ha de contemplar las cosas. En su lugar, se trata de
articular las sensaciones que en el fondo le preocupan y que él no ve
expresamente o no es capaz de manifestar mediante la palabra, y
ofrecerle así la oportunidad de dar expresión a sus sentimientos con el
objeto de que pueda integrarlos más fácilmente.
Fundamentalmente,
existen algunos elementos particularmente deseables y algunas
habilidades peculiares que son condiciones para el establecimiento de
cualquier relación humana y profesional con una persona que ha perdido
un ser querido, y son la autenticidad (real, natural, honesta y
sincera), calidez (espontánea, acogedora y preocupada) y empatía.
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