Cuando hablamos de seres humanos, estamos hablando de nosotros, individuos, con características individuales, que interaccionan con el ambiente, con la personalidad única, etc. Los seres humanos nos diferenciamos de otras especies, como los animales, los insectos, o demás. Los más apresurados pueden decir que nos diferenciamos simplemente por la capacidad de vincularnos a través de un Lenguaje; sin embargo, esto no es suficiente para demarcar dicha diferenciación. El lenguaje no alcanza para señalar una única diferencia con los animales porque hay distintos tipos de lenguaje (como ser conceptual, poético, emotivo..). Entonces, podemos decir que hay algo más importante aún para caracterizarnos como seres humanos. Este elemento es la capacidad de Simbolización: al no haber una única realidad (hay tantas realidades como cantidad de personas dispuestas a interpretarla), se dice que el ser humano deja de ver la realidad tal cual es, ya que a partir de la simbolización que hacemos de ella, cada uno la ve de acuerdo a su historia, sus experiencias, sus emociones, su carácter, etc.
Es a partir de este concepto de Simbolización que se establece nuestra subjetividad, nuestro marco de referencia para pensar, sentir y hacer desde nosotros mismos de acuerdo a lo que interpretamos de la realidad. Entonces de acuerdo con el anterior enunciado, si nosotros somos capaces de pensar, sentir y hacer por nosotros mismos, como seres humanos, debemos asumir Responsabilidad sobre nuestras decisiones. "Las cosas serán tales como el Hombre haya decidido que sean" (Sartre), por lo tanto solo hay realidad en la acción. No basta solo con pensar en hacer las cosas de una forma distinta, sino que hay que también poner en práctica nuestra forma de pensar y sentir, a través del hacer.
Según Sartre, el asumir la responsabilidad propia, se opone al "quietismo", al decir: "las cosas pasan porque sí y hay que adaptarse a ellas", o "los demás pueden hacer lo que yo no puedo"; ejemplo para describir esto es que un cobarde no nace siendo cobarde, ni un héroe nace siendo héroe, ambos se construyen según sus actos (y ambos también pueden dejar de serlo en un instante según sus actos). Por eso el ser humano no puede escapar al sentimiento de su profunda y total responsabilidad, ya que el hombre está condenado a ser libre.
Ahora bien, teniendo en cuenta todo lo dicho anteriormente, ¿cuál es mi/nuestra posición como Acompañantes Terapéuticos frente a esta situación? Un AT puede ayduar al paciente a hacerse más responsable de sus actos a través del autoconocimiento, a través de ayudarlo a ponerse en contacto consigo mismo, en contacto con sus emociones. Indefectiblemente, cuando uno piensa antes de tomar una decisión, en lo que siente, lo que quiere, y qué objetivos tiene en mente, la decisión será aún más acertada que si se deja lleva por "el qué dirán", por mandatos externos introyectados como propios, por expectativas ajenas depositadas en uno, etc. Cuando un paciente psicótico golpea a un familiar, no lo hace porque los odia, lo hace porque es su únca salida en ese instante de desesperación, no cuenta con todas las herramientas que contamos nosotros para afrontar la frustración con más calma. El AT allí lo que hará es contenerlo en medio de su crisis, a veces con palabras a veces no, pero el punto es reducir los daños de las crisis lo máximo posible. ¿Es posible desarrollar la responsabilidad en un paciente psicótico? Es muy poco probable, por lo menos desde mi/nuestro rol. Lo que sí se puede desarrollar es la responsabilidad de estar en el día a día (manejo de dinero, interactuar con mayor fluidez, mayor contacto con el otro, ayudarlos a seguir con el tratamiento psicológico y/o psiquiátrico, ayudarlos a responsabilizarse en mayor medida con su aseo, etc).
Simplemente estar ahí, presente, al lado de quien te necesita. No es indispensable hablar, ni hacer algo especial. Lo importante es comunicar al otro que uno está unido con la alegría, o la tristeza; Acompañar es intuir la carencia del otro: es cuidar, proteger, sin molestar o dañar.
jueves, 29 de agosto de 2013
AT en el proceso de Duelo (2). Intervenciones del Acompañante.
Para comenzar, es necesario establecer que un acompañamiento en
proceso de duelo no se trata de "curar" o "quitar" el dolor, sino más
bien de acompañar y hacer llevadero y soportable tanto sufrimiento que
el sujeto está sintiendo bajo esa circunstancia. Se trata de un proceso
de ayudar al otro a "volver a la vida" ya que es un momento muy duro
para la persona que está atravesando el duelo.
No existe un solo modelo de edad, tipo de muerte, circunstancias familiares u otro indicador en el que basarse para planear la estrategia del acompañamiento, siempre, se diseñará de acuerdo a las circunstancias particulares de cada caso y cada individuo.
Será fundamental brindar contención al paciente, desde lo emocional, a fin de que pueda organizar sus emociones y acotar sus momentos de crisis, asimismo el AT deberá prestar el Yo, sirviendo como auxiliar, asumiendo aquellas funciones que el yo del paciente no puede afrontar, como organizar actividades de su vida cotidiana, acompañamiento en trámites, ir al médico, etc. sobre todo en los primeros momentos de intensa conmoción psíquica.
También es importante que el AT represente al terapeuta, ayudando a la persona en duelo a metabolizar el trabajo de análisis y sobre todo escuchar al paciente e informar inmediatamente al equipo cualquier situación de riesgo que evidencie el AT, ya que las personas en procesos de duelo complicado, son muy proclives a desarrollar ideas suicidas.
La empatía, sí será una herramienta fundamental en el AT, ya que favorecerá a que surja la transferencia en el acompañamiento y permitirá no solo que el AT esté abierto a la experiencia del otro de manera auténtica, y que el paciente se pueda abrir y sacar afuera, poner en palabras su sufrimiento; sintiéndose acompañado.
El AT, debe permitir que el paciente se exprese con naturalidad, exteriorice todos sus sentimientos, pueda explorarlos y vivirlos en profundidad, tomándose el tiempo que le sea necesario para elaborar la pérdida. Se debe charlar con el paciente, respecto que el AT no es milagroso, ni capaz de borrar el dolor, muchas veces no habrá respuestas a determinadas preguntas.
Asistir a una persona en duelo supone admitir la propia vulnerabilidad y exponerse a despertar la propia ansiedad, los duelos no resueltos y favorecer la depresión y la tristeza. Es muy importante estar en eje con uno mismo antes de empezar este tipo de acompañamientos ya que resultan muy duros de seguir adelante si no se tienen muchos aspectos de la vida propia resueltos.
Si bien el AT puede volverse un experto con el tiempo, por haber acompañado a varios pacientes en duelo, para la persona que lo experimenta quizás sea algo nuevo, por ser la primera vez que pierde a "ese ser querido único e irrepetible", por la tanto también es una experiencia única e irrepetible para él. La personalización del acompañamiento a cada persona en duelo es una necesidad evidente, puesto que esta persona en particular es diferente a las demás.
En las conversaciones con los acompañados no se trata de hacer "formulaciones razonables", "ofrecer soluciones", exponer teorías o dar consejos sobre cómo ha de contemplar las cosas. En su lugar, se trata de articular las sensaciones que en el fondo le preocupan y que él no ve expresamente o no es capaz de manifestar mediante la palabra, y ofrecerle así la oportunidad de dar expresión a sus sentimientos con el objeto de que pueda integrarlos más fácilmente.
Fundamentalmente, existen algunos elementos particularmente deseables y algunas habilidades peculiares que son condiciones para el establecimiento de cualquier relación humana y profesional con una persona que ha perdido un ser querido, y son la autenticidad (real, natural, honesta y sincera), calidez (espontánea, acogedora y preocupada) y empatía.
No existe un solo modelo de edad, tipo de muerte, circunstancias familiares u otro indicador en el que basarse para planear la estrategia del acompañamiento, siempre, se diseñará de acuerdo a las circunstancias particulares de cada caso y cada individuo.
Será fundamental brindar contención al paciente, desde lo emocional, a fin de que pueda organizar sus emociones y acotar sus momentos de crisis, asimismo el AT deberá prestar el Yo, sirviendo como auxiliar, asumiendo aquellas funciones que el yo del paciente no puede afrontar, como organizar actividades de su vida cotidiana, acompañamiento en trámites, ir al médico, etc. sobre todo en los primeros momentos de intensa conmoción psíquica.
También es importante que el AT represente al terapeuta, ayudando a la persona en duelo a metabolizar el trabajo de análisis y sobre todo escuchar al paciente e informar inmediatamente al equipo cualquier situación de riesgo que evidencie el AT, ya que las personas en procesos de duelo complicado, son muy proclives a desarrollar ideas suicidas.
La empatía, sí será una herramienta fundamental en el AT, ya que favorecerá a que surja la transferencia en el acompañamiento y permitirá no solo que el AT esté abierto a la experiencia del otro de manera auténtica, y que el paciente se pueda abrir y sacar afuera, poner en palabras su sufrimiento; sintiéndose acompañado.
El AT, debe permitir que el paciente se exprese con naturalidad, exteriorice todos sus sentimientos, pueda explorarlos y vivirlos en profundidad, tomándose el tiempo que le sea necesario para elaborar la pérdida. Se debe charlar con el paciente, respecto que el AT no es milagroso, ni capaz de borrar el dolor, muchas veces no habrá respuestas a determinadas preguntas.
Asistir a una persona en duelo supone admitir la propia vulnerabilidad y exponerse a despertar la propia ansiedad, los duelos no resueltos y favorecer la depresión y la tristeza. Es muy importante estar en eje con uno mismo antes de empezar este tipo de acompañamientos ya que resultan muy duros de seguir adelante si no se tienen muchos aspectos de la vida propia resueltos.
Si bien el AT puede volverse un experto con el tiempo, por haber acompañado a varios pacientes en duelo, para la persona que lo experimenta quizás sea algo nuevo, por ser la primera vez que pierde a "ese ser querido único e irrepetible", por la tanto también es una experiencia única e irrepetible para él. La personalización del acompañamiento a cada persona en duelo es una necesidad evidente, puesto que esta persona en particular es diferente a las demás.
En las conversaciones con los acompañados no se trata de hacer "formulaciones razonables", "ofrecer soluciones", exponer teorías o dar consejos sobre cómo ha de contemplar las cosas. En su lugar, se trata de articular las sensaciones que en el fondo le preocupan y que él no ve expresamente o no es capaz de manifestar mediante la palabra, y ofrecerle así la oportunidad de dar expresión a sus sentimientos con el objeto de que pueda integrarlos más fácilmente.
Fundamentalmente, existen algunos elementos particularmente deseables y algunas habilidades peculiares que son condiciones para el establecimiento de cualquier relación humana y profesional con una persona que ha perdido un ser querido, y son la autenticidad (real, natural, honesta y sincera), calidez (espontánea, acogedora y preocupada) y empatía.
AT en el proceso de Duelo (1). ¿Qué es el duelo?
DEFINICIÓN:
El duelo puede ser definido como el proceso por el que atraviesa una persona ante la muerte de un ser querido, aunque también se ha reconocido que puede ser experimentado ante cualquier pérdida, por ejemplo, la pérdida de un objeto físico o simbólico. Esta es una definición general, que permite incluir a algunos de los autores más relevantes que han trabajado en el tema (Freud, 1917; Lindemann, 1944; Bowlby, 1961; Rando, 1983; Parkes & Weiss, 1983; Niemeyer, 2000; Warden, 1983).
El término duelo, se origina en dos raíces latinas, dolus (dolor) y duellum (desafío). Visto de esta forma el duelo es un proceso doloroso (que afecta tanto física como psíquicamente) en el que el doliente tiene que enfrentarse con su sentimiento de pérdida y atravesar una serie de fases para superación de dicho proceso, es por esta razón un desafío para la persona que lo afronta, pues debe recomponer su universo simbólico.
MOTIVOS DE UN DUELO:
Todos los seres humanos sufren distintas y múltiples pérdidas durante el transcurso de la vida, por lo que es inevitable atravesar un proceso de duelo, ellas pueden ser:
* Muerte de un ser querido
* Pérdida de un embarazo
* Pérdida del trabajo
* Siniestros (pérdida de la casa)
* Situaciones de abandono
* Divorcio o separación
* El diagnóstico de una enfermedad crónica, grave o invalidante
* La pérdida de algún miembro o capacidad física
* En la adolescencia, la pérdida del cuerpo de la niñez
* En la vejez, la pérdida del cuerpo de la juventud
FASES DEL DUELO.
Fase de evitación
La persona está agobiada por el impacto, se siente embotada, incrédula, desorientada, confundida, incapaz de comprender lo que pasó. Existe un deseo de evadir el terrible hecho de haber perdido al ser amado, una reacción de shock debido a que no es posible asimilar la realidad de la pérdida. También suele producirse una interrupción de los aspectos automáticos y cotidianos de la vida.
La mayoría de los autores incluye en la fase de evitación tanto el shock o embotamiento como la negación ante el reconocimiento inicial de lo sucedido. Después del shock se produciría el comienzo de un darse cuenta intelectual. Este hace aparecer la negación, que también es natural y, en este punto, terapéutica, al permitir ir absorbiendo la realidad lentamente, previniendo el verse superado. Parkes y Weiss (1983) agregan que el deudo desarrolla una explicación de la pérdida, identificando alguna causa inevitable de la muerte, lo que le permitiría bajar la vigilancia y ansiedad de enfrentar una nueva pérdida.
Fase de Confrontación
En esta fase se sienten las emociones más intensas, aunque la expresión de estas es variable. Según Bowlby (1980), se caracteriza por una motivación poderosa de recuperar el objeto perdido y por la presencia de rabia.
Existe un estado de excitabilidad psicológica aumentada, que se manifiesta como irritabilidad, ansiedad, tensión y que formaría parte de la conducta de búsqueda. El doliente repasa obsesivamente todos los hechos de la vida del ser perdido, las circunstancias de su muerte, qué se pudo y no pudo haber hecho. Según Parker y Weiss (1983) esta es la característica más típica del duelo. Incluso se puede manifestar de manera física, a través de dolores y visiones. Se describe una sensación de sentir la presencia del ser querido y de sueños vívidos.
Se fluctúa entre esta búsqueda y el desengaño repetido, la esperanza intermitente, la rabia y la culpa. Pero al mismo tiempo, en forma paralela a este proceso, habría una tristeza profunda, añoranza, congoja y accesos de llanto, como una forma de reconocer que la recuperación es imposible (Bowlby, 1980). Existen dos emociones habitualmente presentes en esta fase y que causan problemas por la respuesta social que gatillan (Rando, 1984). La rabia, emoción que siempre se espera como respuesta a la deprivación de algo deseado y que se considera la emoción más importante de esta etapa (Bowlby, 1980). Se puede dirigir a otras personas o cosas y es común que sea contra el difunto, lo que es complicado por ser mal visto por la sociedad. La otra emoción difícil de acoger por los demás como normal y esperable es la culpa. Puede haber culpa por estar vivo y que el amado no lo esté; por no haberlo protegido de la muerte; por sentir rabia o por sentir alivio, al verse
libre de una gran responsabilidad. Incluso el hecho de llorar puede generar culpa, si se percibe como una pérdida del control.
Hay numerosos síntomas depresivos que se dan como parte del duelo, sin constituirse necesariamente en una depresión propiamente tal como: aledonia, retraimiento social, apatía, desesperanza, pérdida de concentración y de la capacidad para tomar decisiones, síntomas fisiológicos como problemas de sueño y alimentación, etc.
Fase de establecimiento
Solo si se tolera la emocionalidad de la etapa previa se puede llegar a aceptar que la pérdida es permanente y a moldear la vida con una nueva forma. Esta redefinición de sí mismo implica renunciar definitivamente a toda esperanza de recuperar a la persona perdida (Bowlby, 1980). Esta fase es una gradual declinación del duelo, marcando el inicio de la reinserción emocional y social al mundo cotidiano. El individuo empieza a examinar su nueva situación y a considerar las posibles maneras de enfrentarla.
El duelo puede ser definido como el proceso por el que atraviesa una persona ante la muerte de un ser querido, aunque también se ha reconocido que puede ser experimentado ante cualquier pérdida, por ejemplo, la pérdida de un objeto físico o simbólico. Esta es una definición general, que permite incluir a algunos de los autores más relevantes que han trabajado en el tema (Freud, 1917; Lindemann, 1944; Bowlby, 1961; Rando, 1983; Parkes & Weiss, 1983; Niemeyer, 2000; Warden, 1983).
El término duelo, se origina en dos raíces latinas, dolus (dolor) y duellum (desafío). Visto de esta forma el duelo es un proceso doloroso (que afecta tanto física como psíquicamente) en el que el doliente tiene que enfrentarse con su sentimiento de pérdida y atravesar una serie de fases para superación de dicho proceso, es por esta razón un desafío para la persona que lo afronta, pues debe recomponer su universo simbólico.
MOTIVOS DE UN DUELO:
Todos los seres humanos sufren distintas y múltiples pérdidas durante el transcurso de la vida, por lo que es inevitable atravesar un proceso de duelo, ellas pueden ser:
* Muerte de un ser querido
* Pérdida de un embarazo
* Pérdida del trabajo
* Siniestros (pérdida de la casa)
* Situaciones de abandono
* Divorcio o separación
* El diagnóstico de una enfermedad crónica, grave o invalidante
* La pérdida de algún miembro o capacidad física
* En la adolescencia, la pérdida del cuerpo de la niñez
* En la vejez, la pérdida del cuerpo de la juventud
FASES DEL DUELO.
Fase de evitación
La persona está agobiada por el impacto, se siente embotada, incrédula, desorientada, confundida, incapaz de comprender lo que pasó. Existe un deseo de evadir el terrible hecho de haber perdido al ser amado, una reacción de shock debido a que no es posible asimilar la realidad de la pérdida. También suele producirse una interrupción de los aspectos automáticos y cotidianos de la vida.
La mayoría de los autores incluye en la fase de evitación tanto el shock o embotamiento como la negación ante el reconocimiento inicial de lo sucedido. Después del shock se produciría el comienzo de un darse cuenta intelectual. Este hace aparecer la negación, que también es natural y, en este punto, terapéutica, al permitir ir absorbiendo la realidad lentamente, previniendo el verse superado. Parkes y Weiss (1983) agregan que el deudo desarrolla una explicación de la pérdida, identificando alguna causa inevitable de la muerte, lo que le permitiría bajar la vigilancia y ansiedad de enfrentar una nueva pérdida.
Fase de Confrontación
En esta fase se sienten las emociones más intensas, aunque la expresión de estas es variable. Según Bowlby (1980), se caracteriza por una motivación poderosa de recuperar el objeto perdido y por la presencia de rabia.
Existe un estado de excitabilidad psicológica aumentada, que se manifiesta como irritabilidad, ansiedad, tensión y que formaría parte de la conducta de búsqueda. El doliente repasa obsesivamente todos los hechos de la vida del ser perdido, las circunstancias de su muerte, qué se pudo y no pudo haber hecho. Según Parker y Weiss (1983) esta es la característica más típica del duelo. Incluso se puede manifestar de manera física, a través de dolores y visiones. Se describe una sensación de sentir la presencia del ser querido y de sueños vívidos.
Se fluctúa entre esta búsqueda y el desengaño repetido, la esperanza intermitente, la rabia y la culpa. Pero al mismo tiempo, en forma paralela a este proceso, habría una tristeza profunda, añoranza, congoja y accesos de llanto, como una forma de reconocer que la recuperación es imposible (Bowlby, 1980). Existen dos emociones habitualmente presentes en esta fase y que causan problemas por la respuesta social que gatillan (Rando, 1984). La rabia, emoción que siempre se espera como respuesta a la deprivación de algo deseado y que se considera la emoción más importante de esta etapa (Bowlby, 1980). Se puede dirigir a otras personas o cosas y es común que sea contra el difunto, lo que es complicado por ser mal visto por la sociedad. La otra emoción difícil de acoger por los demás como normal y esperable es la culpa. Puede haber culpa por estar vivo y que el amado no lo esté; por no haberlo protegido de la muerte; por sentir rabia o por sentir alivio, al verse
libre de una gran responsabilidad. Incluso el hecho de llorar puede generar culpa, si se percibe como una pérdida del control.
Hay numerosos síntomas depresivos que se dan como parte del duelo, sin constituirse necesariamente en una depresión propiamente tal como: aledonia, retraimiento social, apatía, desesperanza, pérdida de concentración y de la capacidad para tomar decisiones, síntomas fisiológicos como problemas de sueño y alimentación, etc.
Fase de establecimiento
Solo si se tolera la emocionalidad de la etapa previa se puede llegar a aceptar que la pérdida es permanente y a moldear la vida con una nueva forma. Esta redefinición de sí mismo implica renunciar definitivamente a toda esperanza de recuperar a la persona perdida (Bowlby, 1980). Esta fase es una gradual declinación del duelo, marcando el inicio de la reinserción emocional y social al mundo cotidiano. El individuo empieza a examinar su nueva situación y a considerar las posibles maneras de enfrentarla.
miércoles, 28 de agosto de 2013
AT y PSICOSIS
Etapa confusional es el momento antes de despertarse en el individuo una psicosis. Es un estado en donde ellos están desesperados, donde no entienden qué les sucede a ellos y al mundo, que ha cambiado tanto (aunque lo que cambia es el significado que ellos tienen de sí y del mundo), donde están sufriendo tanto que la angustia los desborda. Luego, vienen los síntomas psicóticos específicos de acuerdo a la enfermedad mental que se haya instalado. Pero ésta enfermedad es producto de algo, es producto de una incapacidad de poder interaccionar adecuadamente con el ambiente,con la realidad... Es una forma de protegerse (aunque una protección en aspectos negativos, por supuesto) de algo que le resulta intolerable, de una realidad con la que es muy difícil convivir. Estos síntomas resultan tan incontrolables e inentendibles, que el sujeto se agobia aún más. Ellos pueden ser por ejemplo las alucinaciones y los delirios.
Todos percibimos a través de los sentidos, tenemos el sentido de la visión, del tacto, entre otros. Un sujeto percibe los objetos externos a través de sentidos internos. Lo que sucede en la alucinación es que el sujeto está percibiendo algo que no está alli, sus sentidos los engañan. Está teniendo una percepción interna de un objeto externo que no existe, que no es real. Sólo es real dentro de su internalización, de su imaginación, de su enfermedad.
En el delirio, la realidad no se niega, sino que se distorsiona. Ciertos aspectos de la realidad resultan totalmente insufribles, y como repsuesta a ello, se recurre a mecanismos de defensa muy primitivos y negativos. El delirio es una respuesta frente a la imposibilidad de adaptarse a la realidad, es la distorsión de lo que se ve, acomodándolo así para que no perjudique tanto. Las ideas delirantes muchas veces pueden ser el centro de la vida del paciente, suelen instalarse e ir tranformando cada aspecto de ella (trabajo, familia, amigos..).
En este sentido, el AT lo que debe ir haciendo es actuar desde lo consciente del paciente, desde lo vivencial. No debe realizar el trabajo que realiza el terapeuta, sino que tiene que hacer su propio trabajo. Debe tratar que el sujeto de a poco vaya volviendo a la realidad, que logre discernir entre lo que es externo y lo que es interno, que vaya teniendo herramientas para lidiar con una realidad angustiante. Que realice proyectos a corto plazo, que pueda acomodar razonamientos (dentro de lo posible) para no hacer juicios tan equívocos de la realidad. Debe establecer un vínculo de contención y aliento para que el tratamiento psicológico dé los mejores resultados posibles. Debe ayudar al paciente a desarrollar nuevos mecanismos de defensa no tan arcaicos, que le sirvan más en ese momento, mostrándole que frente a una circunstancia angustiante, se puede actuar de una forma distinta a cómo lo venía haciendo, teniendo incluso mejores resultados.
Todos percibimos a través de los sentidos, tenemos el sentido de la visión, del tacto, entre otros. Un sujeto percibe los objetos externos a través de sentidos internos. Lo que sucede en la alucinación es que el sujeto está percibiendo algo que no está alli, sus sentidos los engañan. Está teniendo una percepción interna de un objeto externo que no existe, que no es real. Sólo es real dentro de su internalización, de su imaginación, de su enfermedad.
En el delirio, la realidad no se niega, sino que se distorsiona. Ciertos aspectos de la realidad resultan totalmente insufribles, y como repsuesta a ello, se recurre a mecanismos de defensa muy primitivos y negativos. El delirio es una respuesta frente a la imposibilidad de adaptarse a la realidad, es la distorsión de lo que se ve, acomodándolo así para que no perjudique tanto. Las ideas delirantes muchas veces pueden ser el centro de la vida del paciente, suelen instalarse e ir tranformando cada aspecto de ella (trabajo, familia, amigos..).
En este sentido, el AT lo que debe ir haciendo es actuar desde lo consciente del paciente, desde lo vivencial. No debe realizar el trabajo que realiza el terapeuta, sino que tiene que hacer su propio trabajo. Debe tratar que el sujeto de a poco vaya volviendo a la realidad, que logre discernir entre lo que es externo y lo que es interno, que vaya teniendo herramientas para lidiar con una realidad angustiante. Que realice proyectos a corto plazo, que pueda acomodar razonamientos (dentro de lo posible) para no hacer juicios tan equívocos de la realidad. Debe establecer un vínculo de contención y aliento para que el tratamiento psicológico dé los mejores resultados posibles. Debe ayudar al paciente a desarrollar nuevos mecanismos de defensa no tan arcaicos, que le sirvan más en ese momento, mostrándole que frente a una circunstancia angustiante, se puede actuar de una forma distinta a cómo lo venía haciendo, teniendo incluso mejores resultados.
martes, 27 de agosto de 2013
¿Quiénes pueden solicitar un AT? ¿Qué áreas abarca?
El AT en un principio surgió con el concepto de "amigo calificado" para establecer vínculos terapéuticos con personas que sufrían de psicosis o de drogadicción. Era en su momento un complemento privilegiado para unos pocos por su alto costo.
Hoy en día, esta situación ha cambiado, y la mayoría de las personas que así lo requieran, pueden acceder a un acompañamiento terapéutico, siendo éste indicado por:
Las áreas que abarca el AT son amplias, ya que tiene herramientas teóricas y prácticas para ser útil en cada una de ellas en particular. Ellas son:
Hoy en día, esta situación ha cambiado, y la mayoría de las personas que así lo requieran, pueden acceder a un acompañamiento terapéutico, siendo éste indicado por:
- - el equipo tratante,
- - por la familia,
- - o por el paciente.
Las áreas que abarca el AT son amplias, ya que tiene herramientas teóricas y prácticas para ser útil en cada una de ellas en particular. Ellas son:
- Pacientes psiquiátricos (Psicosis y Neurosis Graves)
- Tercera Edad
- Autismo y TGD
- Adolescentes
- Adicciones
- Bulimia, Anorexia
- Discapacidad
- Enfermedades Terminales
¿Qué es un AT y qué funciones cumple?
¿Qué es un AT y qué funciones cumple?
El Acompañante Terapéutico es un profesional de la salud que trabaja en la contención de un paciente psiquiátrico, discapacitado, o con otra afección que requiera un tratamiento o lo deje en un estado de desvalimiento.
Es aquella persona que tiene la formación necesaria para establecer un vínculo con un sujeto en situación de vulnerabilidad, para, en conjunto con otros profesionales de la salud, poder sacarlo adelante. Es alguien que pone su cuerpo y su conocimiento, comprometiéndose profesionalmente para generar apoyo, soporte, contención emocional, esperanza, etc, en un otro que así lo necesita.
La principal tarea que debe realizar un AT es la contención del sujeto y/o de su familia. Pero... ¿qué significa especificamente "contener"? Una persona con enfermedad mental u orgánica se halla en un estado de indefensión dentro de su subjetividad, dentro de su estructura psíquica que lo mantiene en pie. Es una persona proclive a sufrir una crisis. Justamente es en esa situación donde aparece el AT, en la contención de las emociones del paciente para evitar un "desborde" de emociones, que las circunstancias, su enfermedad, su incapacidad, lo sobrepasen; lo desborden.
Es a través de un vínculo sano, seguro y confiable que el AT brinda esperanzas al paciente para volver a confiar en un otro, para utilizarlo como referencia en su tratamiento. El AT le presta su "YO" al sujeto, para que éste pueda desplegar las potencialidades de su YO propio, que se encuentra (según qué enfermedad o discapacidad) en un estado indefenso.
El Acompañante Terapéutico es un profesional de la salud que trabaja en la contención de un paciente psiquiátrico, discapacitado, o con otra afección que requiera un tratamiento o lo deje en un estado de desvalimiento.
Es aquella persona que tiene la formación necesaria para establecer un vínculo con un sujeto en situación de vulnerabilidad, para, en conjunto con otros profesionales de la salud, poder sacarlo adelante. Es alguien que pone su cuerpo y su conocimiento, comprometiéndose profesionalmente para generar apoyo, soporte, contención emocional, esperanza, etc, en un otro que así lo necesita.
La principal tarea que debe realizar un AT es la contención del sujeto y/o de su familia. Pero... ¿qué significa especificamente "contener"? Una persona con enfermedad mental u orgánica se halla en un estado de indefensión dentro de su subjetividad, dentro de su estructura psíquica que lo mantiene en pie. Es una persona proclive a sufrir una crisis. Justamente es en esa situación donde aparece el AT, en la contención de las emociones del paciente para evitar un "desborde" de emociones, que las circunstancias, su enfermedad, su incapacidad, lo sobrepasen; lo desborden.
Es a través de un vínculo sano, seguro y confiable que el AT brinda esperanzas al paciente para volver a confiar en un otro, para utilizarlo como referencia en su tratamiento. El AT le presta su "YO" al sujeto, para que éste pueda desplegar las potencialidades de su YO propio, que se encuentra (según qué enfermedad o discapacidad) en un estado indefenso.
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